Cuchillo,
ni el calor
en que fuiste forjado
templó tu acerada alma fría,
la sangre
no corre en tus venas,
se desliza
a través de tu hoja.
Tu filo estremece,
perturba
y al mismo tiempo atrae,
seduce.
Tu fálica punta
ferviente,
agrede, penetra,
inicia el corte
profundo,
que abre, divide,
la tierna rodaja jugosa
de sus otras hermanas,
aún expectantes
por tu frío abordaje.
Manchada tu hoja
respira,
anhelante
de calor de carne.
Vibra el puño
que te empuña,
siente tu deseo urgente:
hundir otra vez
tu figura de acero,
en la gruesa capa
adobada
de su crocante piel.
Es tu fiesta, sin dudas
cuchillo,
la parrilla reluce,
atestada
de carnes cautivas
que esperan
ansiosas,
entregarse completas,
al yugo febril
de tu filo.