Son tus pies en la tierra un vivo encaje.
Son tus manos de orfebre que moldean
ese oro que nutre a tus hermanos
y que luce al brillar la luna llena.
Ese oro que duerme en tus entrañas
el Ixim que inundó tus formas huecas
fue botín del Itsae forastero
que llegó por el mar a nuestra tierra.
Fue con otras ideas que llegaron,
no entendieron la base de tu esencia,
ni quisieron saber tus argumentos,
fue más fácil quemarlos en la hoguera.
Por tus ojos cruzó ese fuego brujo
derritiendo su fuerza: tus esteras,
tu conciencia, tu voz y tus historias
y dejaron sin alma a nuestra selva.
Kukulcán y Tepeu no fueron fuertes
contra el Dios del Itsae y sus ideas,
pudo más la potencia de su iglesia
de tu nación guerrera que la fuerza.
Con Maíz insufló Huracán tu cuerpo
dando vida al Quiché que en ti se engendra
y que el blanco arrasó con su ignorancia
derramando tu sangre sin reservas.
Ay! Quiché, esta tierra aun te llora,
de aquel indio, tu nombre es lo que queda,
es tu obra mojón en la memoria
de una América, toda, que se apena.
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