Las olas del mar llegan mansas a morir junto a la arena, y yo sigo sentado frente al ventanal de mi living, sólo, como estoy desde hace tres años cuando se me fue Rosita, la única amiga que tuve.
Hoy siento que es distinto. Esas olas no vienen solas, cargan sobre sus crestas el baúl de recuerdos que en estos años me he negado a reabrir. Pero son tercas, y al llegar a la orilla se empeñan por dejármelo, tendido y abierto sobre la arena dorada.
Juan Carlos, como siempre tú saltas primero, nunca perdiste esa costumbre. Recuerdo nuestras eternas tardes de pesca y compañerismo, nos reíamos tanto; tanto, que siempre sospeché que tus grotescas carcajadas eran las causantes de que fuésemos tan malos pescadores. ¿Cuántos atardeceres como éste vimos mientras destapabas aquellas cervezas holandesas que tanto te gustaban?, y que yo tomaba sonriendo para disimular que era su sabor rancio y agrio el que me acalambraba la mandíbula. Pero eras feliz con ese ritual, y yo también lo era, porque éramos amigos.
Y te me fuiste Juan Carlos, igual que Pedro, que Martín, que Roberto. Igual que Rosa.
Sabes, si pudiera hacer que nos juntásemos una vez más, todos, todos juntos, te pediría que destapases otra de tus cervezas, pero esta vez te juro que no sonreiría por su acidez, lo haría de alegría, por la alegría de volver a verlos.
Siento que hace ya mucho que me dejaron solo, que quizás hasta ustedes me estén extrañando. Estas olas que hoy los traen de vuelta a mi memoria, ya no me resultan tan atractivas, ni entretenidas. Y este sol que ahora se pone en el horizonte tiñendo todo de anaranjado, es el mismo sol que días tras día veo alejarse mientras me hundo en la maldita soledad de la noche.
Rosa. El brillo ocre de la arena, me devuelve tu cara bronceada, con ese bronceado que tenías cada verano, que hacía que te amase, cada día con más deseo. No podía percibir el paso de los años por tu rostro, ese brillo especial de tus ojos nunca me lo permitió. Y fue así que no pude prepararme para tu partida, estuve siempre ocupado, amándote.
Cuánta falta me hacen nuestras charlas al atardecer, mientras contemplábamos agarrados de la mano, estas mismas olas que hoy, te ponen frente a los ojos de mi memoria. Cuánta falta me hacen tus consejos, esos que con tanta sabiduría dejabas escapar de tus labios en los momentos indicados. Cuánta falta me haces.
No tuvimos hijos, nunca nos pareció necesario. Nos teníamos el uno al otro. No teníamos tiempo para criarlos, al menos eso pensábamos entonces. Pero hoy me doy cuenta que quizás nos equivocamos. Hoy, que estoy solo, sentado frente al mar, pienso que de haberlos tenido, podría estar viendo en sus ojos, el reflejo de los tuyos. Y aunque fuera en silencio, y sin que nadie lo notara, sentiría tu presencia mucho más cerca.
Está frío amor, y eso que las ventanas están cerradas. Ya casi no veo la arena, oscurece rápido hoy. No me gusta la noche. No desde que te fuiste. Ya no es la misma caja de pasiones donde nos encerrábamos a jugar. Ahora es una caja helada y oscura, donde los duendes negros juegan con mis miedos y debilidades. La noche me roba los recuerdos, la veo llevándoselos de la playa.
Maldita!! Sé que vendrás más tarde a burlarte de mi soledad. Pero esta vez será diferente, te derrotaré blandiendo mi sonrisa ante tu sorpresa. Hoy cuando vuelvas ante mí, me encontrarás sonriendo. Pero no te alegres eh, porque no será para ti que sonreiré, no señora; lo haré porque mi amigo Juan Carlos, habrá destapado una de sus cervezas para darme la bienvenida. Sonreiré por encontrarme de nuevo y para siempre con ella, con ellos, por llegar al momento que tanto he esperado desde sus partidas.
Un rato después, las olas empezaron a golpear la playa con más fuerza esparciendo su bruma por toda la costa. Y así, envuelta en ese transparente y húmedo vestido la noche vino a la cita. Frente al ventanal, el viejo sonreía sumergido en un frío letal, mientras que a lo lejos las olas entonaban un canto alegre, como si en algún lugar muy lejano alguien estuviese de fiesta, y sus carcajadas se hicieran eco en el mar.
muy bueno tu blog la verdad que el mejor invento a sido la pc e internet porque e encontrado muchos viejos amigos y veo que como dice el dicho el zorro pierde el pelo pero..... jajaja no hace mucho conversaba con fernando segobia y recordava aquellos interminables partidos a cabeza en el recreo con la banda de paulo acosta de un lado y de gustavo nuñez del otro. viejos y muy buenos momentos que no estarìa mal volver a vivirlos, un fuerte ABRAZO JOSE.************ Ruben Servetto**********
ResponderEliminarRuben, qué bueno recibir noticias tuyas por este medio. Ni que hablar que me acuerdo de aquellos recreos increíbles en los que realmente fuimos muy felices. Ese colegio era de verdad una familia. Bueno ya sabés que por acá cada tanto habrá alguna historia que leer. Te mando un gran abrazo!!
ResponderEliminarJosé Luis